El gol de Charles en el Ciutat (vía Mundo Deportivo) |
Con la triple disyuntiva planteada en el encabezado de este artículo, nos preguntamos qué pico de ilusión mostró en el celtismo el rendimiento del equipo en la presente temporada. Para ello, usamos los tres vocablos, morfológicamente denominados adjetivos demostrativos, para ver la proximidad o lejanía con el tiempo actual del proclamado mejor Celta del eventual curso futbolístico.
Aquel Celta de ensueño, tuvo una pretemporada gloriosa -pese a no comenzar con buen pie en tierras argelinas, en la única derrota en el tiempo de preparación-. Buen stage por la campiña inglesa, con el Nolitazo ante el Everton (1-3) como el no va más. Victoria en Pontevedra en un atípico #ONosoDerbi veraniego (0-2) y cierre de telón con el paseo ante el Cagliari en el Memorial Quinocho (4-0).
El comienzo oficial de temporada también fue más entusiasmador si cabe. Las victorias contra Getafe, Deportivo, Levante,en el Martínez Valero y sobre todo en el Camp Nou, ponían al Celta como la primera revelación de la liga. Sólo el tropiezo ante el Villarreal lastró ese fenomenal arranque. El celtismo se lo creía y empezaba a soñar con disputar la Europa League la temporada que viene.
Contra todo pronóstico y para sorpresa del mundo del fútbol, el Celta entró en la penumbra tras su histórico triunfo en el Nou Camp. Los partidos se comenzaban a atragantar y el rival aprovechaba una simple oportunidad para marcar y llevarse los 3 puntos y aguantar las acometidas celestes, carentes de brío. Fueron dos meses y 726 minutos de sequía goleadora, desde que Roberto (meta del Granada) vino a provocar a su ex-equipo con detalles más extradeportivos que futbolísticos, hasta que un enrabietado Fabián Orellana fusiló a Diego Alves, en lo que es otro de los mejores partidos celestes del actual curso (foto inferior). Llamémosle a esta etapa, como la de ese Celta desilusionante.
Ese empate ante los chés en el primer partido como locales del 2015, sirvió para que los pupilos de un cuestionado Toto recuperaran viejas sensaciones. Pero fue cosa de un día. Las derrotas posteriores en Cornellá y en el Coliseum -ambas en los últimos compases de sendos choques- fueron una prolongación de esa citada peor versión celeste.
Pendía de un hilo la continuidad de Berizzo como técnico olívico, pero su irrupción en el terreno de juego en el "penalty" de la discordia contra el Córdoba, colaboró en gran parte en el renacimiento celeste y se consolidara el Totismo en el entorno vigués. El tridente iba aportando tantos y los buenos resultados estaban de vuelta con el empate en Anoeta, el carnavalesco meneo al vigente campeón de liga en casa y el zas en toda la boca en Coruña, pese a sólo tener copas de cristal y no seis metálicas. Este Celta volvía a prometer.
Vino Velasco Carballo a Balaídos y nos cortó la progresión, con aquel piscinazo transformado en penalty para el Elche. Mal comenzaba marzo con un insulso empate en una noche de perros. Krohn-Dehli no viajaba al Madrigal por una lumbalgia y se presagiaba el tropiezo (4-1), en un mal día de muchos. No siendo suficiente, otro penalty era sancionado en contra ante el Athletic, que condicionó esa derrota por 1-2, con un Celta que abandonó su estilo y renunció al ataque en otros primeros 45 minutos plagados de conformismo y desatino.
Sábado pasado y amago de goleada al Levante, por el diluvio de ocasiones acaecido. Ese partido ya lo miráramos y era la mítica derrota con gol de Barral en el 85. Pero no, alguna vez tenían que cambiar las tornas y Charles se tiró a por los tres puntos en la embarrada área levantinista. Décimos, diez jornadas para el desenlace liguero, diez puntos sobre la barrera del descenso y con vistas a la última plaza de acceso europeo (sin descuidar la permanencia matemática). ¿Es éste el verdadero ilusionante Celta?
Sígueme en @HuguinsonEC y toda la actualidad del mandamás en Galicia en @mundo_celeste.
El comienzo oficial de temporada también fue más entusiasmador si cabe. Las victorias contra Getafe, Deportivo, Levante,en el Martínez Valero y sobre todo en el Camp Nou, ponían al Celta como la primera revelación de la liga. Sólo el tropiezo ante el Villarreal lastró ese fenomenal arranque. El celtismo se lo creía y empezaba a soñar con disputar la Europa League la temporada que viene.
Contra todo pronóstico y para sorpresa del mundo del fútbol, el Celta entró en la penumbra tras su histórico triunfo en el Nou Camp. Los partidos se comenzaban a atragantar y el rival aprovechaba una simple oportunidad para marcar y llevarse los 3 puntos y aguantar las acometidas celestes, carentes de brío. Fueron dos meses y 726 minutos de sequía goleadora, desde que Roberto (meta del Granada) vino a provocar a su ex-equipo con detalles más extradeportivos que futbolísticos, hasta que un enrabietado Fabián Orellana fusiló a Diego Alves, en lo que es otro de los mejores partidos celestes del actual curso (foto inferior). Llamémosle a esta etapa, como la de ese Celta desilusionante.
Orellana celebra con rabia su gol ante el Valencia (Vía Faro de Vigo) |
Ese empate ante los chés en el primer partido como locales del 2015, sirvió para que los pupilos de un cuestionado Toto recuperaran viejas sensaciones. Pero fue cosa de un día. Las derrotas posteriores en Cornellá y en el Coliseum -ambas en los últimos compases de sendos choques- fueron una prolongación de esa citada peor versión celeste.
Pendía de un hilo la continuidad de Berizzo como técnico olívico, pero su irrupción en el terreno de juego en el "penalty" de la discordia contra el Córdoba, colaboró en gran parte en el renacimiento celeste y se consolidara el Totismo en el entorno vigués. El tridente iba aportando tantos y los buenos resultados estaban de vuelta con el empate en Anoeta, el carnavalesco meneo al vigente campeón de liga en casa y el zas en toda la boca en Coruña, pese a sólo tener copas de cristal y no seis metálicas. Este Celta volvía a prometer.
Vino Velasco Carballo a Balaídos y nos cortó la progresión, con aquel piscinazo transformado en penalty para el Elche. Mal comenzaba marzo con un insulso empate en una noche de perros. Krohn-Dehli no viajaba al Madrigal por una lumbalgia y se presagiaba el tropiezo (4-1), en un mal día de muchos. No siendo suficiente, otro penalty era sancionado en contra ante el Athletic, que condicionó esa derrota por 1-2, con un Celta que abandonó su estilo y renunció al ataque en otros primeros 45 minutos plagados de conformismo y desatino.
Sábado pasado y amago de goleada al Levante, por el diluvio de ocasiones acaecido. Ese partido ya lo miráramos y era la mítica derrota con gol de Barral en el 85. Pero no, alguna vez tenían que cambiar las tornas y Charles se tiró a por los tres puntos en la embarrada área levantinista. Décimos, diez jornadas para el desenlace liguero, diez puntos sobre la barrera del descenso y con vistas a la última plaza de acceso europeo (sin descuidar la permanencia matemática). ¿Es éste el verdadero ilusionante Celta?
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