viernes, 31 de octubre de 2014

EL REENCUENTRO


Luis Enrique: estabilización celeste y mentira final 

Luis Enrique dando órdenes al Celta en el partido contra el Barcelona la pasada temporada (vía mundodeportivo).

Era el 1 de junio de 2013. El celtismo vivía en vilo las horas previas a un partido determinante en el cual se decidía el futuro: volver a caer a las catacumbas o mantenerse en la máxima categoría del fútbol español. El gol de Natxo Insa, el descenso del eterno rival.....se había logrado la ansiada permanencia. Todo era felicidad en casa Celta y todo hacía presagiar que el técnico que, por aquel entonces, había logrado salvar a un conjunto inexperto continuaría un año más ligado al club de Vigo.

Pero no fue así, las discrepancias, según comunicó el club celeste, de Abel Resino con la directiva céltica en materia de fichajes y política de cantera provocaron un cambio de rumbo en la nave. El presidente celeste, amante de la “filosofía barça”, no lo dudó. El elegido era Luis EnriqueMartínez.

Luis Enrique en el día de su presentación (vía abc).

La llegada del técnico gijonés sorprendió al celtismo. El equipo necesitaba un técnico experto y Lucho apenas disponía de experiencia tras entrenar al filial del Barcelona, con bastante éxito -lo llegó a situar tercero en Segunda División-, y a la Roma, donde no triunfaría y en donde era más conocido por su enfrentamiento con el ídolo Totti. Además, el conjunto vigués necesitaba un entrenador que imprimiera un plus de carácter a un equipo excesivamente blando y con Luis Enrique acertó de pleno.

El Celta ganó en carácter y, aprovechando las virtudes dejadas por Paco Herrera, continuó con un excelso juego de toque y posesión. Sin embargo, el equipo en la pretemporada no acababa de arrancar -todo lo contrario que en esta pretemporada-. Tampoco ayudó algunas probaturas realizadas por el míster, como situar a Toni de lateral izquierdo cuando nunca había jugado ahí o incrustar a Borja Oubiña entre los centrales. De esta manera, la salida de balón se atascaba y el recurso del Celta era balones colgados desde la banda que fácilmente eran repelidos por las defensas rivales.

Así, en la jornada 9 en la pasada temporada, los celestes ocupaban puestos de descenso con apenas 6 puntos, a uno de salir de la zona caliente tras haber ganado un partido, empatado tres y perdido cinco. Existían muchas dudas sobre el nuevo proyecto y, tras la derrota frente al Levante en el último minuto, Luis Enrique aseguraba que él se apartaría si eso serviría para mejorar la dinámica del club. 

Sin embargo, todo cambiaría tras ese partido: Oubiña ya no se incrustaría entre los centrales, Toni dejaría de ser lateral izquierdo para desplazarse al ostracismo y acabar desligándose del club camino a la MLS, Fontàs sería el encargado de conducir la salida de balón, Rafinha comenzaría a destapar el tarro de las esencias, Orellana sería recuperado para la causa gracias a Unzué -segundo entrenador- y Krohn-Dehli descubriría una nueva posición donde brillaría, el pivote. En el Bernabeu, en una fría noche de enero, el Celta comenzó a dejar las pinceladas de un equipo más compacto, que sabía jugar sin balón y que aprovechaba las contras como alternativa al juego de posesión. Ese Celta es el germen del Celta actual.

Aún faltaba una pieza en el puzzle, Nolito. El sanluqueño no se encontraba, estaba fuera de forma y no justificaba el alto precio pagado en verano por él -2,7 millones-. Luis Enrique mantenía en el banquillo al fichaje estrella mientras Orellana, en un estado excepcional, le ganaba la partida. Si bien, poco a poco, Lucho insistió en la titularidad del andaluz y con el paso de las jornadas Nolito recuperaría la forma, se ganaría la titularidad y demostraría el porqué de su fichaje.

Se tardaría una vuelta, pero el equipo estaba engrasado. Las críticas se habían dejado atrás, a favor de un equipo con un sello importante de cantera con jóvenes valores como Santi Mina, Levy Madinda o David Costas que dispusieron de muchos minutos en Primera División. Mientras tanto, los resultados empezaban a llegar, se sabía a lo que jugaba, ya fuera en casa o de foráneo y el Celta comenzaba a escalar posiciones en la tabla. El discurso, como no, era la permanencia que se acabaría logrando holgadamente con varias jornadas de antelación. Si bien, lo más importante de Luis Enrique en su paso por Vigo fue la gestión del vestuario. Jugase quien jugase, el Celta siempre rendía bien. Premio para un entrenador que supo repartir los minutos entre todos los miembros del vestuario y que logró que absolutamente todos se sintiesen importantes, algo que nunca es fácil. Por ello, no es de extrañar el buen recuerdo que el vestuario le guarda al ex-técnico celeste.

Luis Enrique había logrado estabilizar al Celta en la máxima categoría, a través de un juego atractivo, efectivo y con presencia de cantera. Si bien, si por algo será recordado el míster en Vigo, además de por la buena clasificación lograda, es por su peculiar método de trabajo. A su habitual equipo de colaboradores se añadió un objeto que causó todo tipo de comentarios entre el celtismo: el famoso andamio. Lucho había pedido a la directiva celeste la creación de una torre de observación, de manera que pudiese visualizar desde arriba los entrenamientos con el fin de realizar un mejor análisis de las virtudes y defectos del equipo. A este andamio, se le uniría sus famosas gafas de sol -necesarias por prescripción médica-, lo que acabaría llevando al público celeste a conocer a Luis Enrique como “el hombre del andamio”.

Luis Enrique, en el famoso andamio (vía mundodeportivo).

Dejando a un lado los métodos de análisis, las formas de Lucho en su salida no fueron las más correctas. Tampoco fueron correctas las explicaciones dadas por el presidente Carlos Mouriño. Por todos era sabido su fichaje por el Barcelona al finalizar la campaña con el Celta, mientras que Lucho se aferraba a negar la mayor diciendo que no sabía donde entrenaría y la directiva celeste seguía mintiendo diciendo que Luis Enrique seguiría en el Celta una temporada más. Pero los aficionados celestes no eran tontos, y ya se comenzaban a barajar posibles sustitutos. Justo la semana del enfrentamiento contra el Real Madrid, el técnico gijonés sería cazado en su casa de Gavá a la salida de una reunión con Zubizarreta.

Luis Enrique seguía ocultando la verdad hasta que el día previo al último partido de liga frente al Valencia se convocó una rueda de prensa donde afirmaba su adiós del club y una nueva mentira, ya que no reconocía su salida hacia Barcelona. Mouriño también mentiría al decir que el contrato del técnico era de una temporada más otra opcional, cuando el día de su presentación todo el mundo sabía que había firmado por dos temporadas.

Se cerraba así un buen año de Luis Enrique en Vigo tras un nefasto arranque liguero. El Celta lograba consolidarse en Primera División y podía dar un paso más en su crecimiento deportivo e institucional. Su paso por el conjunto olívico ha dejado luces y sombras, y su marcha pudo haberse realizado de otra manera. 

Mañana, a las 20 horas en el Camp Nou, se vivirá el reencuentro del técnico que consiguió estabilizar al Celta en Primera División y de un conjunto que, de la mano del “toto” Berizzo, ha sabido adaptar las señas de identidad del, ahora, míster culé para crecer y soñar, quizás, con algo más que la simple permanencia.

Escrito por Diego Bermúdez de @mundo_celeste

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