Luis Enrique: estabilización celeste y mentira final
Luis Enrique dando
órdenes al Celta en el partido contra el Barcelona la pasada
temporada (vía mundodeportivo).
Era el 1 de junio de 2013. El celtismo
vivía en vilo las horas previas a un partido determinante en el cual
se decidía el futuro: volver a caer a las catacumbas o mantenerse en
la máxima categoría del fútbol español. El gol de Natxo Insa, el
descenso del eterno rival.....se había logrado la ansiada
permanencia. Todo era felicidad en casa Celta y todo hacía presagiar
que el técnico que, por aquel entonces, había logrado salvar a un
conjunto inexperto continuaría un año más ligado al club de Vigo.
Pero no fue así, las discrepancias,
según comunicó el club celeste, de Abel Resino con la directiva
céltica en materia de fichajes y política de cantera provocaron un
cambio de rumbo en la nave. El presidente celeste, amante de la
“filosofía barça”, no lo dudó. El elegido era Luis EnriqueMartínez.
Luis Enrique en el día
de su presentación (vía abc).
La llegada del técnico gijonés
sorprendió al celtismo. El equipo necesitaba un técnico experto y
Lucho apenas disponía de experiencia tras entrenar al filial del
Barcelona, con bastante éxito -lo llegó a situar tercero en Segunda
División-, y a la Roma, donde no triunfaría y en donde era más
conocido por su enfrentamiento con el ídolo Totti. Además, el
conjunto vigués necesitaba un entrenador que imprimiera un plus de
carácter a un equipo excesivamente blando y con Luis Enrique acertó
de pleno.
El Celta ganó en carácter y,
aprovechando las virtudes dejadas por Paco Herrera, continuó con un
excelso juego de toque y posesión. Sin embargo, el equipo en la
pretemporada no acababa de arrancar -todo lo contrario que en esta
pretemporada-. Tampoco ayudó algunas probaturas realizadas por el
míster, como situar a Toni de lateral izquierdo cuando nunca había
jugado ahí o incrustar a Borja Oubiña entre los centrales. De esta
manera, la salida de balón se atascaba y el recurso del Celta era
balones colgados desde la banda que fácilmente eran repelidos por
las defensas rivales.
Así, en la jornada 9 en la pasada
temporada, los celestes ocupaban puestos de descenso con apenas 6
puntos, a uno de salir de la zona caliente tras haber ganado un
partido, empatado tres y perdido cinco. Existían muchas dudas sobre
el nuevo proyecto y, tras la derrota frente al Levante en el último
minuto, Luis Enrique aseguraba que él se apartaría si eso serviría
para mejorar la dinámica del club.
Sin embargo, todo cambiaría tras ese
partido: Oubiña ya no se incrustaría entre los centrales, Toni
dejaría de ser lateral izquierdo para desplazarse al ostracismo y
acabar desligándose del club camino a la MLS, Fontàs sería el
encargado de conducir la salida de balón, Rafinha comenzaría a
destapar el tarro de las esencias, Orellana sería recuperado para
la causa gracias a Unzué -segundo entrenador- y Krohn-Dehli descubriría una nueva posición donde brillaría, el pivote. En el Bernabeu, en
una fría noche de enero, el Celta comenzó a dejar las pinceladas
de un equipo más compacto, que sabía jugar sin balón y que
aprovechaba las contras como alternativa al juego de posesión. Ese
Celta es el germen del Celta actual.
Aún faltaba una pieza en el puzzle,
Nolito. El sanluqueño no se encontraba, estaba fuera de forma y no
justificaba el alto precio pagado en verano por él -2,7 millones-.
Luis Enrique mantenía en el banquillo al fichaje estrella mientras
Orellana, en un estado excepcional, le ganaba la partida. Si bien,
poco a poco, Lucho insistió en la titularidad del andaluz y con el
paso de las jornadas Nolito recuperaría la forma, se ganaría la
titularidad y demostraría el porqué de su fichaje.
Se tardaría una vuelta, pero el
equipo estaba engrasado. Las críticas se habían dejado atrás, a
favor de un equipo con un sello importante de cantera con jóvenes
valores como Santi Mina, Levy Madinda o David Costas que dispusieron
de muchos minutos en Primera División. Mientras tanto, los
resultados empezaban a llegar, se sabía a lo que jugaba, ya fuera en
casa o de foráneo y el Celta comenzaba a escalar posiciones en la
tabla. El discurso, como no, era la permanencia que se acabaría
logrando holgadamente con varias jornadas de antelación. Si bien, lo
más importante de Luis Enrique en su paso por Vigo fue la gestión
del vestuario. Jugase quien jugase, el Celta siempre rendía bien.
Premio para un entrenador que supo repartir los minutos entre todos
los miembros del vestuario y que logró que absolutamente todos se
sintiesen importantes, algo que nunca es fácil. Por ello, no es de
extrañar el buen recuerdo que el vestuario le guarda al ex-técnico
celeste.
Luis Enrique había logrado
estabilizar al Celta en la máxima categoría, a través de un juego
atractivo, efectivo y con presencia de cantera. Si bien, si por algo
será recordado el míster en Vigo, además de por la buena
clasificación lograda, es por su peculiar método de trabajo. A su
habitual equipo de colaboradores se añadió un objeto que causó
todo tipo de comentarios entre el celtismo: el famoso andamio. Lucho
había pedido a la directiva celeste la creación de una torre de
observación, de manera que pudiese visualizar desde arriba los
entrenamientos con el fin de realizar un mejor análisis de las
virtudes y defectos del equipo. A este andamio, se le uniría sus
famosas gafas de sol -necesarias por prescripción médica-, lo que
acabaría llevando al público celeste a conocer a Luis Enrique como
“el hombre del andamio”.
Luis Enrique, en el
famoso andamio (vía mundodeportivo).
Dejando a un lado los métodos de
análisis, las formas de Lucho en su salida no fueron las más
correctas. Tampoco fueron correctas las explicaciones dadas por el
presidente Carlos Mouriño. Por todos era sabido su fichaje por el
Barcelona al finalizar la campaña con el Celta, mientras que Lucho
se aferraba a negar la mayor diciendo que no sabía donde entrenaría
y la directiva celeste seguía mintiendo diciendo que Luis Enrique
seguiría en el Celta una temporada más. Pero los aficionados
celestes no eran tontos, y ya se comenzaban a barajar posibles
sustitutos. Justo la semana del enfrentamiento contra el Real Madrid,
el técnico gijonés sería cazado en su casa de Gavá a la salida de
una reunión con Zubizarreta.
Luis Enrique seguía ocultando la
verdad hasta que el día previo al último partido de liga frente al
Valencia se convocó una rueda de prensa donde afirmaba su adiós del
club y una nueva mentira, ya que no reconocía su salida hacia
Barcelona. Mouriño también mentiría al decir que el contrato del
técnico era de una temporada más otra opcional, cuando el día de
su presentación todo el mundo sabía que había firmado por dos
temporadas.
Se cerraba así un buen año de Luis
Enrique en Vigo tras un nefasto arranque liguero. El Celta lograba
consolidarse en Primera División y podía dar un paso más en su
crecimiento deportivo e institucional. Su paso por el conjunto
olívico ha dejado luces y sombras, y su marcha pudo haberse realizado
de otra manera.
Mañana, a las 20 horas en el Camp Nou, se vivirá el
reencuentro del técnico que consiguió estabilizar al Celta en
Primera División y de un conjunto que, de la mano del “toto”
Berizzo, ha sabido adaptar las señas de identidad del, ahora, míster
culé para crecer y soñar, quizás, con algo más que la simple
permanencia.
Escrito por Diego Bermúdez de
@mundo_celeste
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