Por Rául Guillamón
-‘’Y tú
qué, ¿Madrid o
Barça?’’
Esta
pregunta es típica cuando conozco a alguien y hablo con él o ella
de fútbol por primera
vez. Típica también es la cara de asombro cuando escuchan ‘’que
va, que va, yo soy del Celta de Vigo’’.
La gente aún
no se explica como un chaval de Barcelona, sin relación alguna con
Galicia, sea del
Celta. Un equipo ‘’de
por ahí lejos, que ni siquiera tiene historia alguna’’. ‘’Si
fueses del Depor lo
entendería… ¿pero del Celta?’’.
Todo esto es pan de cada día, pero uno acaba acostumbrándose poco a
poco.
De sangre
murciana, nacido en Cataluña
y fan a muerte del Celta. Sé que es raro,
soy consciente de ello y sé vivir con ello. Hace tiempo que soy del
Celta y ni mi familia lo logra entender aún. Pienso que uno en el
fútbol debe de ser del equipo que le guste, no del que le impone
indirectamente la familia desde pequeño. Yo decidí que seria del
club que me hiciera disfrutar, que me gustara, que sea humilde, y
sobre todo un club con personalidad.
Poco a poco, aquél equipo de
Iago Aspas que se
salvó como milagro, aquella famosa temporada de la salvación, de la
aparición de un estelar Rubén Blanco
en las últimas jornadas que impresionó a España me iba enamorando, y tras chuparme dos temporadas enteras
viéndoles, como un espectador neutral, fui pillándoles cariño poco
a poco, inconscientemente. Evidentemente, aquella campaña celeste
salvándose contra el R.C.D. Español fue el punto final a un enamoramiento cosechado poco a poco.
Por lo cual,
podríamos decir que mi celtismo tiene dos etapas. Dos temporadas de
‘’celtilizamiento’’
(verbo que utilizo coloquialmente cuando un amigo mío comienza a
seguir poco a poco al Celta), y otra etapa que aun está en desarrollo
y seguirá durante toda mi vida, que es la de fan del celta al 100%.
Soy
consciente de que esta situación es rara y por algunos criticada.
‘’Celtista se
nace, no se hace’’, me suelen decir algunos. Yo solo les comento
la suerte que tienen al poder ser del Celta desde nacimiento,
mientras que otros hemos tenido que esperar años para poder
encontrar al amor de nuestra vida.
Dos partidos
por temporada puedo ver en directo al Celta. Y ni eso, pues muchas
veces me coincide con mi partido. Ilusión cuando queda poco para que
vengan, decepción al ver que coincide con mi partido, enfado, y una
aceptación final acompañado a una esperanza a que la temporada
siguiente pueda asistir a animar a mi equipo.
Aunque
parezca mentira, increíble, raro, podemos decir que tengo la
mala fortuna de que el 90% de partidos a los que el celta se enfrenta
a algún equipo catalán coincide con que ese día juego yo, y por
horarios se me hace imposible ir.
Por suerte,
pude ir esta temporada a ambos partidos. Al Barcelona
0-Celta 1 (sí, ese partido que nadie
olvidara en su vida) y al de esta jornada liguera Español 1-Celta 0.
Los sentimientos son indescriptibles, tanto para lo bueno para lo
malo. Cuado Nolito le
da de tacón y Larrivey
se queda delante de Bravo,
el tiempo se para. Miras a los alrededores, y ves a más de 70.000
aficionados del Barça boquiabiertos, tal vez por la obra de arte que
nos dejó Nolo, tal
vez por el miedo a que aquella jugada acabase como tenía pinta de
acabar, con gol del Celta. Alegría en una minoría del estadio,
decepción en el resto. Más alegría aún cuando pasaban los minutos
y encima mi portero favorito evitaba la remontada rival con una
colosal actuación. Más alegre aún, cuando pita el final, cuando te
abrazas con aquél celtista que no conoces de nada pero que había
recorrido una kilometrada para ver a su equipo. Alegría cuando por
la calle, fans culés te felicitan. Y la guinda final, cuando
aquellos que se reían de ti por haberme enamorado poco a poco del
Celta, te admiten y admiran por unos días. Momentos donde ser del
Celta sabe a gloria.
Este fin de
semana, perdimos contra el Español y pude presenciarlo. Al
principio, como la otra vez, alegría por estar viendo a mi equipo.
Minuto a minuto la euforia se iba disminuyendo, al escuchar gente del
Español insultando y amenazando de muerte a Nolito
y a Jonny cada vez que
corrían la banda donde estaba. Cada vez que tocaba el balón Augusto,
habían unos impresentables haciendo comentarios racistas. Esta
gente, quita las ganas de ver a tu equipo, el equipo que apenas
puedes ver y te mueres de ganas de verlo siempre que puedes. Esta
gente, no representa al fútbol, ni mucho menos al Español, ya que
un sector pequeño no representa a una afición entera. En esta
ocasión no podía disfrutar del Celta, por lo recién comentado, y
porque el equipo no ayudaba y estaba jugando mal. Al final,
desilusión total con el gol final. 0 puntos conseguidos, 0 garganta
por dejarme la voz animando, 0 ganas de volver a Power8
stadium por la gente con la que coincidí,
1000 ganas de seguir animando al Celta. Sobre todo ahora, que estamos
en las malas, y ser uno más entre todos que conseguiremos sacar esta
situación adelante con nuestro apoyo, sea en directo, sea a 100km o
sea a 10.000km.
Conclusiones
que puedo sacar tras este artículo, que ser de un equipo no muy
famoso a distancia es difícil. Los de tu tierra, no entenderán
porque, y los de la tierra del club que seas tampoco lo entenderán.
Seré criticado por ser del Celta por ambos lados, estoy seguro, pero
yo disfruto viendo a este equipo que con el paso de los años se ha
llevado mi corazón.
Sígueme en @RGuillamon13. Puedes seguir toda la actualidad del Celta en @mundo_celeste
Muy buen artículo, Raúl.
ResponderEliminarNo deberían de acecharse críticas por ser de un equipo u otro, independientemente que seas o no del de tu tierra de residencia. Pero en este mundo hay que aguantar de todo.