miércoles, 21 de enero de 2015

Celtista en la diáspora

Por Rául Guillamón

-‘’Y tú qué, ¿Madrid o Barça?’’

Esta pregunta es típica cuando conozco a alguien y hablo con él o ella de fútbol por primera vez. Típica también es la cara de asombro cuando escuchan ‘’que va, que va, yo soy del Celta de Vigo’’.

La gente aún no se explica como un chaval de Barcelona, sin relación alguna con Galicia, sea del Celta. Un equipo ‘’de por ahí lejos, que ni siquiera tiene historia alguna’’. ‘’Si fueses del Depor lo entendería… ¿pero del Celta?’’. Todo esto es pan de cada día, pero uno acaba acostumbrándose poco a poco.

De sangre murciana, nacido en Cataluña y fan a muerte del Celta. Sé que es raro, soy consciente de ello y sé vivir con ello. Hace tiempo que soy del Celta y ni mi familia lo logra entender aún. Pienso que uno en el fútbol debe de ser del equipo que le guste, no del que le impone indirectamente la familia desde pequeño. Yo decidí que seria del club que me hiciera disfrutar, que me gustara, que sea humilde, y sobre todo un club con personalidad. 

 Poco a poco, aquél equipo de Iago Aspas que se salvó como milagro, aquella famosa temporada de la salvación, de la aparición de un estelar Rubén Blanco en las últimas jornadas que impresionó a España me iba enamorando, y tras chuparme dos temporadas enteras viéndoles, como un espectador neutral, fui pillándoles cariño poco a poco, inconscientemente. Evidentemente, aquella campaña celeste salvándose contra el R.C.D. Español fue el punto final a un enamoramiento cosechado poco a poco.


Por lo cual, podríamos decir que mi celtismo tiene dos etapas. Dos temporadas de ‘’celtilizamiento’’ (verbo que utilizo coloquialmente cuando un amigo mío comienza a seguir poco a poco al Celta), y otra etapa que aun está en desarrollo y seguirá durante toda mi vida, que es la de fan del celta al 100%.

Soy consciente de que esta situación es rara y por algunos criticada. ‘’Celtista se nace, no se hace’’, me suelen decir algunos. Yo solo les comento la suerte que tienen al poder ser del Celta desde nacimiento, mientras que otros hemos tenido que esperar años para poder encontrar al amor de nuestra vida.

Dos partidos por temporada puedo ver en directo al Celta. Y ni eso, pues muchas veces me coincide con mi partido. Ilusión cuando queda poco para que vengan, decepción al ver que coincide con mi partido, enfado, y una aceptación final acompañado a una esperanza a que la temporada siguiente pueda asistir a animar a mi equipo.

Aunque parezca mentira, increíble, raro, podemos decir que tengo la mala fortuna de que el 90% de partidos a los que el celta se enfrenta a algún equipo catalán coincide con que ese día juego yo, y por horarios se me hace imposible ir.

Por suerte, pude ir esta temporada a ambos partidos. Al Barcelona 0-Celta 1 (sí, ese partido que nadie olvidara en su vida) y al de esta jornada liguera Español 1-Celta 0. Los sentimientos son indescriptibles, tanto para lo bueno para lo malo. Cuado Nolito le da de tacón y Larrivey se queda delante de Bravo, el tiempo se para. Miras a los alrededores, y ves a más de 70.000 aficionados del Barça boquiabiertos, tal vez por la obra de arte que nos dejó Nolo, tal vez por el miedo a que aquella jugada acabase como tenía pinta de acabar, con gol del Celta. Alegría en una minoría del estadio, decepción en el resto. Más alegría aún cuando pasaban los minutos y encima mi portero favorito evitaba la remontada rival con una colosal actuación. Más alegre aún, cuando pita el final, cuando te abrazas con aquél celtista que no conoces de nada pero que había recorrido una kilometrada para ver a su equipo. Alegría cuando por la calle, fans culés te felicitan. Y la guinda final, cuando aquellos que se reían de ti por haberme enamorado poco a poco del Celta, te admiten y admiran por unos días. Momentos donde ser del Celta sabe a gloria.

Este fin de semana, perdimos contra el Español y pude presenciarlo. Al principio, como la otra vez, alegría por estar viendo a mi equipo. Minuto a minuto la euforia se iba disminuyendo, al escuchar gente del Español insultando y amenazando de muerte a Nolito y a Jonny cada vez que corrían la banda donde estaba. Cada vez que tocaba el balón Augusto, habían unos impresentables haciendo comentarios racistas. Esta gente, quita las ganas de ver a tu equipo, el equipo que apenas puedes ver y te mueres de ganas de verlo siempre que puedes. Esta gente, no representa al fútbol, ni mucho menos al Español, ya que un sector pequeño no representa a una afición entera. En esta ocasión no podía disfrutar del Celta, por lo recién comentado, y porque el equipo no ayudaba y estaba jugando mal. Al final, desilusión total con el gol final. 0 puntos conseguidos, 0 garganta por dejarme la voz animando, 0 ganas de volver a Power8 stadium por la gente con la que coincidí, 1000 ganas de seguir animando al Celta. Sobre todo ahora, que estamos en las malas, y ser uno más entre todos que conseguiremos sacar esta situación adelante con nuestro apoyo, sea en directo, sea a 100km o sea a 10.000km.

Conclusiones que puedo sacar tras este artículo, que ser de un equipo no muy famoso a distancia es difícil. Los de tu tierra, no entenderán porque, y los de la tierra del club que seas tampoco lo entenderán. Seré criticado por ser del Celta por ambos lados, estoy seguro, pero yo disfruto viendo a este equipo que con el paso de los años se ha llevado mi corazón.


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1 comentario:

  1. Muy buen artículo, Raúl.

    No deberían de acecharse críticas por ser de un equipo u otro, independientemente que seas o no del de tu tierra de residencia. Pero en este mundo hay que aguantar de todo.

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